lunes, 23 de noviembre de 2020

Una de las razones de por qué son tan pocas las almas que llegan a la plenitud de Jesucristo es que María no está suficientemente formada en sus corazones (TVD, 164-5)

 

El milagroso cuadro de Mater Boni Consilii a Genazzano


164. 2º. Esta devoción es un medio seguro para ir a Jesucristo, porque lo propio de la Santísima Virgen es conducirnos seguramente a Jesucristo, así como lo propio de Jesucristo es conducirnos seguramente al Padre eterno. Y no se crean, pues, falsamente las personas espirituales que María les sea un impedimento para llegar a la unión divina. Porque, ¿sería posible que la que halló gracia delante de Dios para todo el mundo en general, y para cada uno en particular, le sea un impedimento a un alma para encontrar la gran gracia de la unión con Él? ¿Sería posible que aquella que fue toda llena y sobreabundante de gracias, (y) tan unida y transformada en Dios, que fue necesario que se encarnase en Ella, impida que un alma esté perfectamente unida a Dios?

Ciertamente que la vista de las otras creaturas, aunque santas, podría tal vez, en ocasiones, retardar la unión divina; pero no María, como he dicho y no me cansaré de decirlo siempre. Una de las razones que explican por qué son tan pocas las almas que llegan a la plenitud de la edad de Jesucristo es el que María –que es, ahora como siempre, la Madre del Hijo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo– no está bastante formada en sus corazones. Quien quiera tener el fruto bien maduro y bien formado, debe tener el árbol que lo produce. Quien quiera tener el fruto de vida -Jesucristo-, debe tener el árbol de vida que es María. Quien quiera tener en sí la operación del Espíritu Santo, debe tener a su Esposa fiel e indisoluble, la divina María, que lo hace fértil y fecundo, como lo hemos dicho antes.

165 Persuádete, pues, de que cuanto más mires a María en tus oraciones, contemplaciones, acciones y padecimientos –si no de manera clara y explícita, al menos con una mirada general e implícita–, y más perfectamente hallarás a Jesucristo, que está siempre con María, grande, poderoso, operante e incomprensible, y más que en el cielo y en ninguna otra creatura del universo.

Así, bien lejos de que la divina María, toda perdida en Dios, se convierta en un obstáculo a los perfectos para llegar a la unión con Dios, no ha habido hasta ahora y no habrá jamás creatura que nos ayude más eficazmente en  esta gran obra; ya sea por las gracias que para ello te comunicará -pues nadie se  llena del pensamiento de Dios sino por Ella, dice un santo N.1: Nemo cogitatione Dei repletur nisi per te; ya por las ilusiones y engaños del maligno espíritu, de los que Ella te protegerá.

N.1: S. Germán de Constantinopla (Sermo 2 in Dormitione, cit. S.A. VI, 37)

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