domingo, 25 de octubre de 2020

JESUCRISTO - Su Vida- Su Pasión - Su Triunfo - Padre Berthé - Cap. II: La Virgen Madre

 

Rey David
San Joaquín y Santa Ana
El Angel Gabriel
La Anunciación del Angel a María 

CAPÍTULO II. La Virgen Madre.

LA VIRGEN MARÍA. — SUS PADRES. — SU CONCEPCIÓN INMACULADA. SU VIDA EN EL TEMPLO. — SU DESPOSORIO. — LA ANUNCIACIÓN. LA ENCARNACIÓN. (Lucas I, 26 - 38.)

EN aquel tiempo vivía en Nazaret, pequeña aldea de Galilea, una joven doncella de la tribu de Judá, pariente cercana de Isabel y Zacarías. Su nombre era María. Todo lo que de ella se sabía era que bajo un exterior sencillo y modesto, ocultaba un nacimiento ilustre. Por su padre Joaquín, pertenecía á la estirpe real de David y por Ana su madre, á la familia sacerdotal de Aarón. Desde la caída de la antigua dinastía, sus antepasados, despojados de su rango y de sus bienes, y perseguidos como pretendientes peligrosos por los nuevos señores de la Judea, habían buscado el reposo en la oscuridad. Desconocidos del suspicaz Herodes, Ana y Joaquín, ocultos en el fondo de un valle solitario, vivían tranquilos con el producto de sus ganados, bastante ricos por otra parte, á pesar de su decadencia, para socorrer á los indigentes y ofrecer abundantes víctimas en el altar de Jehová. 

Con todo, sus días transcurrían en la tristeza, porque el cielo rehusaba bendecir su unión. Como la madre de Samuel; cuyo hermoso nombre llevaba, Ana pedía al Señor que hiciera cesar su esterilidad y Joaquín unía sus súplicas á las de su esposa desolada ; pero Dios parecía complacerse en ejercitar su paciencia. Y sin embargo, á causa de su eminente virtud, Dios los había escogido para la ejecución del más admirable de sus designios

Cuando los dos esposos habían perdido ya toda esperanza, dióles una hija que debía ser siempre gloria suya y honor de su nación. En sus decretos eternos, Dios había colocado á esta criatura bendita sobre toda criatura; sobre los reyes y reinas que en la serie de los siglos representarían su poder; sobre los santos en quienes resplandecerían con más brillo sus perfecciones infinitas; sobre los nueve coros angélicos que rodean su trono. Eva en el paraíso era á sus ojos menos pura, Ester menos amable, Judit menos fuerte é intrépida. Al crearla, obró en ella un milagro con que no favoreció á ninguno de los. hijos de Adán. 

Aunque descendiente de una raza manchada en su principio, preservóla del pecado original. El torrente devastador qüe arrastra en sus olas á todo hombre que viene á este mundo, se detuvo en el momento de su concepción y por vez primera desde el naufragio del género humano, los ángeles vieron en la tierra una criatura inmaculada, ante la cual exclamaron en transportes de admiración: « ¿Quién es esa mujer, bella como la luna, radiante como el sol?» • Ana y Joaquín recibieron con gozo á aquella hija privilegiada de Dios cuyo glorioso nacimiento debían celebrar á porfía los ángeles y los hombres. Aunque no conocían el inmenso valor del tesoro confiado á sus cuidados, pronto observaron que la celestial niña no se asemejaba á ninguna otra de la tierra. Antes de poder articular una palabra, la razón presidía ya á todos sus actos; y hasta en sus movimientos más instintivos, jamás obedecía á las pasiones cuyo germen infecta todos los corazones. Maravillados de los dones que Dios había prodigado á aquel ángel terrestre, Ana y Joaquín prometieron consagrar su infancia al servicio particular del templo. 

En efecto, apenas cumplió tres años, lleváronla á la ciudad santa para presentarla al Señor. La niña subió gozosamente las gradas del templo, feliz de encerrarse en la casa del Dios á quien únicamente amaba su corazón. Allí retirada en las habitaciones interiores inmediatas al Santuario, rodeada de sus piadosas compañeras, vio transcurrir rápidamente los bellos días de su infancia. Sus ocupaciones consistían en meditar los libros sagrados, preparar los ornamentos destinados al culto divino y cantar las alabanzas de Jehová. Muchas vetes con el rostro vuelto al Santo de los Santos, modulaba los inspirados cánticos de David su  ilustre progenitor y con un corazón más abrasado que el del santo rey, repetía aquellas palabras de amor:«¡Señor, cuán amables son vuestros tabernáculos! Un solo día pasado en vuestra casa, vale más que mil en las tiendas de los pecadores ». 

A la hora de los sacrificios, cuando el sacerdote inmolaba la víctima en el altar de los holocaustos, ella suplicaba á Jehová que aceptase por la salvación del pueblo aquella sangre expiatoria y enviase por fin al Mesías prometido á sus padres. Su único deseo era verle con sus ojos y venerar á la mujer bendita que debía darlo á luz. A diferencia de las hijas de Israel que ambicionaban el honor de ser madre del Libertador, ella se juzgaba indigna de tan insigne privilegio. 

Un día, impulsada por el Espíritu de Dios, renunció á -él por un voto solemne y olvidando que vivía en un cuerpo de carne, levantóse á la altura del ángel del cielo prometiendo al Señor no tener otro esposo que El. 

Cuando llegaron los días de la adolescencia, la joven virgen hubo de dejar el templo para volver á su casa de Nazaret. Sus padres habían ya bajado á la tumba y la pobre huérfana se encontró sola sin guarda y sin apoyo á la edad de catorce años. Los miembros de su parentela,  entre los cuales se contaban Isabely Zacarías, le propusieron desposarse con un hombre de su familia como lo prescribía la ley. En su calidad de única heredera, debía tomar por esposo á su pariente más próximo á fin de conservar el patrimonio de sus antepasados. 

Abandonándose enteramente á la divina inspiración que la impulsaba á tomar este partido, consintió, á pesar de su voto, en el matrimonio propuesto. 

El esposo de la joven Virgen se llamaba José. De la estirpe de David como María, descendía directamente de los reyes de Judá por la rama salomónica. Aunque por una serie no interrumpida de antepasados llegaba hasta Abraham, la nobleza de su carácter excedía en él á la dignidad de su origen. Justo y temeroso de Dios, y á la vez pobre y oscuro como María, ejercía en Nazaret el humilde oficio de carpintero y ganaba la vida con el sudor de su frente. Conocedor del voto que había hecho su esposa y entrando en los divinos designios, se constituyó en custodio de su virginidad. El Señor sólo esperaba esta unión angelical, para realizar el proyecto cuya ejecución preparaba desde hacía cuarenta siglos. 

Una tarde, la Virgen de Nazaret arrodillada en su humilde estancia, derramaba su alma delante de Dios con más fervor que nunca, cuando de repente, una luz celestial la circunda y la saca de su recogimiento. Vuelve la cabeza y ve á un ángel en pie á corta distancia suya. Era el grave embajador de Dios, el arcángel Gabriel, el mismo que quinientos años antes había revelado á Daniel el tiempo de la llegada del Mesías y que acababa de anunciar á Zacarías él nacimiento de su Precursor. Inclinóse profundamente delante de la Virgen y con la humildad de un vasallo en presencia de su reina, saludóla con estas palabras: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres». 

María reconoció en el acto á un espíritu celeste y por lo mismo no experimentó temor alguno; pero aquellas alabanzas que no parecían poder dirigirse á un ser mortal, la llenaron de profunda turbación. En su actitud humilde, en el rubor de su frente, el ángel comprendió el sentimiento que la agitaba y agregó con dulzura, llamándola esta vez con su propio nombre: «No temas, María; has encontrado gracia delante de Dios. Hé aquí que El me ha encargado anunciarte que concebirás y darás á luz un hijo á quien pondrás el nombre de Jesús. Este será grande y se le llamará el hijo del Altísimo. El Señor le dará el trono de su padre  David, reinará en la casa de Jacob y su reino no tendrá fin». 

Ya no había lugar á duda: el Mesías esperado desde cuatro mil años iba á aparecer, y ese Mesías libertador, verdadero Hijo de Dios, sería también hijo de María. Abrumada bajo el peso de tal1 dignidad, la Virgen quedó por un momento sobrecogida de espanto; luego pensando en su voto de virginidad que á toda costa quería guardar, hizo al arcángel esta pregunta: « ¿ Cómo podrá ser esto, pues yo no eonozco varón ? »—« El Espíritu Santo descenderá sobre ti, respondió el mensajero celeste y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el Santo que de ti nacerá será llamado el Hijo de Dios. Has de saber que Isabel tu prima, ha concebido también un hijo en su vejez y hace ya seis meses que la mujer llamada estéril se ha vuelto fecunda; porque para Dios nada hay imposible ». 

María no necesitaba de este ejemplo para creer que los más grandes prodigios son como juegos para el poder divino. Sabiendo, pues, que por la intervención de este, poder, llegaría á ser madre sin dejar de ser virgen, anonadóse delante de Dios y exclamó: « Hé aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra ». 

Después de haber obtenido este perfecto consentimiento, desapareció el ángel y el Hijo del Eterno, descendiendo de la mansión celeste, se encarnó en el seno virginal de la mujer inmaculada. En este momento las milicias angélicas saludaron al Rey de Reyes y al Señor de Señores: al Hombre-Dios; como hombre, hijo de David, de Abraham y de Adán, formado de la purísima sangre de la Virgen María; como Dios, engendrado desde la eternidad, Dios de Dios, luz de luz, verdadero Dios de Dios verdadero. 

Este es el misterio adorable que extasió á los ángeles y á Dios mismo en aquella noche mil veces bendita, el misterio del Verbo encarnado. 

La campana despertará en los hijos de los hombres el recuerdo de esta noche inolvidable ; por la mañana, cuando la naturaleza despierta iluminada con los primeros fulgores del día y al medio día, cuando el obrero interrumpe un instante su trabajo; y por la tarde, cuando el sol en su ocaso convida á todos al reposo. Y cuando sus vibraciones sonoras repitan á través de los campos y ciudades, valles y montañas: « El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, » toda rodilla se doblará, toda frente se inclinará delante del Hombre-Dios y de todo pecho humano se escapará ese grito de amor en honor de la Virgen Madre: « Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres ». 

 

lunes, 12 de octubre de 2020

Esta devoción conduce a la unión con Nuestro Señor (TVD, § I., 152)

 

ARTICULO V

Esta devoción conduce a la unión con Nuestro Señor

152. QUINTO MOTIVO – Esta devoción es un camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor, en que consiste la perfección del cristiano.

§ I. Es un camino fácil; es un camino que Jesucristo abrió al venir a nosotros, y donde no hay ningún obstáculo para llegar a El. Se puede, en verdad, llegar a la unión divina por otros caminos, pero será con muchas más cruces y muertes extrañas, y con muchas más dificultades, que nos serán difíciles de vencer. Habrá que pasar por noches oscuras, por combates y agonías extrañas, por sobre montañas escarpadas, por sobre espinas muy punzantes y desiertos horribles. Pero por el camino de María, se pasa más suave y más tranquilamente.

Se encuentra, es verdad, rudos combates a dar y grandes dificultades a vencer; pero esta bondadosa Madre y Señora se acerca tanto y se hace tan presente a sus fieles siervos, para esclarecerlos en sus tinieblas, para esclarecerlos en sus dudas, para fortalecerlos en sus temores, para sostenerlos en sus combates y en sus dificultades, que verdaderamente este camino virginal para encontrar a Jesucristo es un camino de rosas y de miel comparado con otros caminos.

Ha habido algunos santos, aunque en poca cantidad, como un San Efrén, San Juan Damasceno, San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, San Francisco de Sales, etc., que han ido por este camino suave para llegar a Jesucristo, porque el Espíritu Santo , Esposo de María, por una gracia singular se los ha mostrado; pero los otros santos, que son más numerosos, aunque hayan todos tenido devoción a la Santa Virgen, no han entrado, sin embargo, o muy poco, en esta vía. Es la razón por la que han pasado por pruebas más rudas y más peligrosas.

Comentario de IPSA CONTERET:

Traité de la Vraie Dévotion à la Sainte Vierge

PÈRES MONTFORTAINS (Cie de Marie)


Traducido del original francés por este blog IPSA CONTERET, privilegiando las expresiones originales del Santo sobre
 expresiones castellanas más habituales
A.M.M.G.

 

Jesucristo, Su Vida, Su Pasión, Su triunfo -- Padre Berthé (cap. I)

Como complemento al Tratado de la Verdadera Devoción a la Ssma. Virgen, de San Luis María Grignion de Montfort, que venimos publicando, presentamos a nuestros lectores el primer Capítulo de esta excelente obra del P. Berthé, JESUCRISTO - SU VIDA, SU PASIÓN, SU TRIUNFO. El R.P. Berthé es autor, también, de una documentada biografía del Presidente contra-revolucionario mártir de Ecuador, García Moreno, honra de Iberoamérica.

Así, con el auxilio de la SSma. Virgen Reina y Madre, iremos publicando  por capítulos esta obra, continuando, desde luego, con las entradas del Tratado.

Agradecemos el envío del libro del P. Berthé a los Sres. D. Juan Miguel Montes y D. Nestor da Fonseca, del Movimiento católico TFP (Tradición - Familia - Propiedad)

www.pliniocorreadeoliveira.info

JESUCRISTO

SU VIDA, SU PASIÓN, SU TRIUNFO

OBRA ESCRITA EN FRANCÉS Por el R. P. BERTHE

De la Congregación del Santísimo Redentor

Y TRADUCIDA AL CASTELLANO

Por el R. P. Agustín VARGAS

De la misma Congregación

ESTABLECIMIENTOS DENZIGER & Co. S. A.

IMPRIMATUR (…)


 




LIBRO PRIMERO. El Niño-Dios.

CAPITULO I. La Aparición. HERODES, TIRANO DE ISRAEL. — EL SACERDOTE ZACARÍAS. — REVELACIONES DEL ÁNGEL GABRIEL. — NACIMIENTO DE JUAN BAUTISTA. EL « BENEDICTUS » . (Luc. I, 5 - 25 - 57- 80.)

CERCA de treinta y cinco años habían transcurrido desde que Herodes el Idumeo tenía en sus manos ensangrentadas el cetro usurpado de Judá. Durante largo tiempo el pueblo de Dios había esperado que un vástago de sus príncipes lo libertara del yugo extranjero; pero, para quitarle toda posibilidad de una restauración nacional, el tirano no temió derramar hasta la última gota de la sangre de los Macabeos. Se esforzó aún por hacer olvidar á los Judíos la religión de sus padres, introduciendo en Jerusalén los usos y costumbres de la Roma pagana. En la tierra santa de Jehová se levantaron teatros impuros, circos en que se degollaban entre si los gladiadores y hasta templos consagrados al emperador Augusto, única divinidad respetada por Herodes.

Sin embargo, fuera de los herodianos, vinculados en absoluto á la fortuna é ideas de su amo, el pueblo permanecía fiel á Dios. Para lisonjearle, el tirano hizo reconstruir con sin igual magnificencia el templo de Jerusalén. Mas, no por eso aquel mismo pueblo dejaba de llorar los escándalos que afligían á la ciudad santa; evocaba con dolor las glorias del pasado; maldecía al impío extranjero causa de tantas desventuras y suplicaba á Jehová que enviase pronto al Libertador anunciado por los profetas. Por lo demás, los doctores explicaban en las sinagogas que el Mesías no podía tardar en aparecer, porque de las setenta semanas de años que, según Daniel, debían preceder á su advenimiento, sesenta y cuatro habían transcurrido ya. Y desde Dan hasta Bersabé, los verdaderos Israelitas repetían sin cesar los antiguos cánticos de sus antepasados: «Cielos, dejad caer vuestro rocío y que la tierra produzca en fin á su Salvador».

Un acontecimiento singular vino pronto á confirmar estas predicciones. A pocas leguas de Jerusalén, vivía entonces un anciano sacerdote de Jehová llamado Zacarías. Pertenecía á la clase sacerdotal de Abía, una de las veinticuatro que desempeñaban por turno las funciones sagradas. Su esposa, de la familia de Aarón como él, se llamaba Isabel. Ambos, justos delante de Dios, observaban la ley con escrupulosa fidelidad. Su vida, igualmente irreprensible ante los hombres, transcurría tranquila en medio de las montañas de Judá, tan ricas en tiernos y gratos recuerdos. Y sin embargo, un profundo pesar torturaba su alma: no obstante sus reiteradas y ardientes súplicas, su hogar estaba todavía desierto. Muy avanzados en edad para esperar que Dios escuchara sus votos, aceptaban sin poder consolarse esta dura prueba reputada como un oprobio en Israel.

Cada año, en diferentes épocas, Zacarías se dirigía á la ciudad santa para desempeñar en el templo las funciones de su ministerio. Pues bien, en el año treinta y cinco del reinado de Herodes, en el mes de septiembre, estando de turno Zacarías, los representantes de las veinticuatro familias sacerdotales sortearon, según costumbre, el oficio particular que cada uno debía desempeñar. La suerte señaló al anciano sacerdote para el más honorífico de los cargos que consistía en quemar incienso en el altar de los perfumes. Una tarde, al ponerse el sol, la trompeta sagrada resonó en toda la ciudad para llamar á los habitantes al templo. Revestido con los ornamentos sagrados y acompañado de sacerdotes y levitas, Zacarías se dirigió al santuario y avanzó hasta el altar de los perfumes. Allí, uno de los asistentes le presentó carbones encendidos qué él colocó en un incensario de oro en medio del altar; tomó luego los perfumes, cuantos podía contener en la mano y esparciólos sobre el fuego. En este momento solemne, retirados los sacerdotes y levitas, Zacarías retrocedió algunos pasos, según el rito acostumbrado y se prosternó delante de Jehová, mientras la nube de odoríferos perfumes subía al cielo (1).

(1) Se pueden leer estos ritos sagrados en Dehaut, « El Evangelio •xplicado, • I. 166.

 

Entonces, solo á los pies del Eterno, el venerable sacerdote trajo á la memoria las calamidades que pesaban sobre su pueblo y haciéndose intérprete de los Judíos fieles, recitó lleno de emoción las palabras del rito sagrado: « Dios de Israel, salva á tu pueblo y danos el Libertador prometido á nuestros padres ». Afuera, los levitas cantaban los salmos vespertinos y la multitud reunida en el atrio hacía subir hasta Dios el incienso de su oración. De repente, Zacarías levanta la cabeza y ve á la derecha del altar un ángel radiante de gloria. Hacía ya largo tiempo que Dios no enviaba mensajeros celestiales á los hijos de Judá; sobrecogióse de terror el anciano sacerdote ante una aparición tan inesperada. Mas el ángel lo tranquilizó diciéndole: « No temas, véngo á anunciarte que tu oración ha sido oída ».

» Zacarías escuchaba sin comprender, pero el ángel le reveló el objeto de su misión en estos términos: « Tu esposa Isabel te dará un hijo , á quien pondrás por nombre Juan. Este será para ti el hijo de la dicha y su nacimiento llevará la alegría á muchos corazones. Grande delante del Eterno, no beberá vino ni bebida alguna fermentada; lleno del Espíritu divino desde el seno dé su madre, restablecerá la concordia entre padres é hijos, é infundiendo en los incrédulos la fe de los justos, preparará al Señor un pueblo perfecto. Animado del espíritu y de la virtud de Elias, precederá á Aquel que ha de venir ». El ángel calló. Profundamente conmovido el santo sacerdote, se resistía á dar crédito á sus oídos. ¡El Libertador va á aparecer y será el hijo de Zacarías quien le preparará Jos caminos! El ángel de Dios lo afirma y lo afirma empleando las mismas palabras de que se sirvió el profeta Malaquías (1) cinco siglos antes, para anunciar al precursor del Mesías.

(1) Malaquías IX, 7.

 

Pero ¿cómo podrán cumplirse estas promesas? La duda invadió súbitamente el alma de Zacarías y no pudo dejar de manifestárselo al ángel: « Soy anciano, le dice, y mi esposa se halla también en la decrepitud ¿cuál será la señal para conocer la verdad de vuestras predicciones ?» « Debes saber, replicó el ángel, que yo soy Gabriel, uno de los siete Espíritus que asisten ante el trono del Eterno. Jehová me ha enviado á revelarte sus secretos; pero como tú no has creído sencillamente en mi palabra, enmudecerás y no podrás articular una palabra hasta que mi profecía tenga cumplimiento». Al mismo instante desapareció la visión y Zacarías quedó solo delante del altar.

Entre tanto, el pueblo estaba profundamente extrañado de que el sacerdote tardase tanto en salir del santuario; pues no debía permanecer allí sino el tiempo indispensable para tributar á Jehová los homenajes debidos á su magestad. Esta extrañeza comenzaba ya á convertirse en verdadera inquietud, cuando Zacarías apareció en el umbral del templo. Su rostro y su mirada expresaban á la vez espanto y gozo. Levantó la mano para bendecir al pueblo prosternado en su presencia; pero sin que sus labios pronunciasen la fórmula de costumbre. La bendición del anciano descendió silenciosa sobre la multitud y Zacarías se retiró, esforzándose, por medio de ademanes, para hacer comprender á todos que, á causa de una Visión misteriosa, había perdido el uso de la palabra.

La predicción del ángel se realizó á la letra. Zacarías después de terminar su ministerio regresó á su apacible hogar, é Isabel concibió según la promesa del celeste mensajero. Disimulando su inmensa alegría, permaneció oculta en su casa durante cinco meses y en su soledad daba sin cesar gracias á Dios por haberse dignado librarla del oprobio que pesaba sobre ella. Cuando llegó su tiempo, dio á luz un hijo según las predicciones del ángel. Este acontecimiento llenó de júbilo á toda la comarca y parientes, amigos y vecinos acudieron presurosos á felicitar á la dichosa madre tan particularmente favorecida por la misericordia del Altísimo. El octavo día después del nacimiento, el niño debía ser circuncidado. Los padres y deudos concurrieron á la ceremonia para imponer el nombre al recién nacido como lo prescribía la  ley.

De común acuerdo la familia decidió que se le llamara Zacarías como su padre, á fin de perpetuar la memoria del santo anciano; pero Isabel, sabedora de la voluntad de Dios, se opuso formalmente y á las reiteradas instancias de los parientes respondió sin vacilar: “No, Juan será su nombre ». Sorprendidos y descontentos con esta elección que parecía injustificable, los parientes le hicieron notar que ningún miembro de la familia llevaba tal nombre. Mas, como Isabel persistiera, convinieron en consultar al padre del niño. El anciano todavía mudo desde la visión del templo, pidió su tablilla y con la punta del estilete grabó sobre la cera estas palabras: «Juan es su nombre». Esta decisión tan perentoria como inesperada, produjo en los asistentes un verdadero asombro, cuando de súbito una escena aun más asombrosa, atrajo vivamente su atención. No bien hubo escrito Zacarías el nombre de su hijo, el Espíritu dé Dios se apoderó de él, desató su lengua encadenada desde nueve meses y los hijos de Israel oyeron resonar los acentos inspirados de un nuevo profeta.

Levantadas las manos al cielo y abrasado el corazón en el fuego divino, el santo anciano exclamó: « Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que se ha dignado visitar á su pueblo y operar su redención. «El suscitará un poderoso Libertador en la casa de David, su hijo de predilección, á fin de arrancarnos de las manos de nuestros enemigos y de todos aquellos que nos aborrecen, según la promesa renovada de siglo en siglo por sus profetas”. « Se ha acordado de la alianza pactada, de la promesa hecha á Abraham nuestro padre, de darse á nosotros para que, libres de todo temor y servidumbre, marchemos por los caminos de la justicia y santidad todos los días de nuestra vida ».

Hasta aquí, en el transporte del reconocimiento, el sacerdote de Jehová no había pensado más que en el Salvador cuya venida anunciaba, cuando de repente, deteniendo sus miradas en el recién nacido, un rayo de luz divina le descubrió su misión sublime y con voz temblorosa por la emoción, profetizó en estos términos: «Y tú, niño, serás llamado el profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para prepararle sus caminos”. « Tú anunciarás á los hombres la ciencia de los santos y el perdón de los pecados que Dios hará brotar de las entrañas de su misericordia”. « Ya veo al divino sol que desciende de las alturas para iluminar á los que están sentados en las tinieblas y sombras de la muerte, y dirigir nuestros pasos por los senderos de la paz”.

El anciano cesó de hablar. Un religioso pavor apoderóse de todos los que presenciaron esta escena y volvieron á su casa meditando sobre lo que habían visto y oído. Bien pronto la noticia de estas maravillas se esparció en las comarcas vecinas y los pastores de las montañas se preguntaban unos á otros: ¿ Qué pensáis de este niño, y qué será de él más tarde?

En cuanto al niño misterioso, la mano de Dios lo conducía visiblemente. A medida que crecía en edad, se veían aumentar en él los dones del cielo. Apenas dejaron de serle necesarios los cuidados maternales, desapareció de en medio de los hombres y se retiró a las soledades del desierto. Allí vivió oculto á los ojos del mundo, conocido sólo de Dios, hasta el día en que plugo al divino Espíritu que fuera conocido por los hijos de Israel.

(continúa en CAPÍTULO II. La Virgen Madre. LA VIRGEN MARÍA. — SUS PADRES. — SU CONCEPCIÓN)

 

 

jueves, 8 de octubre de 2020

Esta devoción es un excelente medio de buscar la mayor gloria de Dios (TVD, 151)

 


ARTICULO IV

 Esta devoción es un excelente medio de buscar la mayor gloria de Dios

151. CUARTO MOTIVO.-

Esta devoción, fielmente practicada, es un medio excelente de hacer que el valor de todas nuestras buenas obras sea empleado para la mayor gloria de Dios. Casi nadie actúa para este noble fin, pese a que estamos obligados a ello, ya porque no conocemos dónde está la mayor gloria de Dios, ya porque no la queremos buscar. Pero la Santísima Virgen, a quien cedemos el valor y el mérito de nuestras buenas obras, conociendo perfectísimamente dónde está la mayor gloria de Dios, y no haciendo nada sino por la mayor gloria de Dios, un perfecto siervo de esta buena Señora, que se ha consagrado todo entero a Ella, como hemos dicho, puede decir resueltamente que el valor de todas sus acciones, pensamientos y palabras va ordenado a la mayor gloria de Dios, a menos que revoque expresamente su ofrenda. ¿Podrá encontrarse algo más consolador para un alma que ama a Dios con amor puro y desinteresado, y que aprecia la gloria de Dios y sus intereses más que los suyos propios?

Comentario de IPSA CONTERET:

Traité de la Vraie Dévotion à la Sainte Vierge

PÈRES MONTFORTAINS (Cie de Marie)


Traducido del original francés por este blog IPSA CONTERET, privilegiando las expresiones originales del Santo sobre
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A.M.M.G.

 

¿No es lo que la propia naturaleza inspira a los pequeños con relación a los grandes? (TVD, 150)

 

150. ¿No es lo que la propia naturaleza inspira a los pequeños con relación a los grandes, como hemos visto? 1) ¿Por qué la gracia no nos llevará a hacer lo mismo con respecto a Dios, que está infinitamente elevado por encima de nosotros, y ante el cual somos menos que átomos; teniendo además una abogada tan poderosa, que no es desairada jamás; tan industriosa, que sabe todos los secretos de cómo ganar el corazón de Dios; tan buena y caritativa, que no rechaza a nadie, por pequeño y malvado que sea. He de referir más adelante 2) la figura verdadera de las verdades que digo, en la historia de Jacob y Rebeca.

1   1)Ver nro. 146

2     2)Ver más adelante, Cap. VI


Comentario de IPSA CONTERET:

Traité de la Vraie Dévotion à la Sainte Vierge

PÈRES MONTFORTAINS (Cie de Marie)


Traducido del original francés por este blog IPSA CONTERET, privilegiando las expresiones originales del Santo sobre
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A.M.M.G.