sábado, 5 de abril de 2014

C.II-“Al poder de Dios todo está sometido, aún la Virgen; al poder de la Virgen...”(TVD, 69-77)



     El reinado de Cristo Rey, el reinado de María Reina, la esclavitud amorosa al Rey y a la Reina, todo está explicado maravillosamente por San Luis María Grignionde Montfort en estos puntos de su Tratado de la Verdadera Devoción que traducimos del original, para los que creen con simplicidad y grandeza en los grandes misterios de la Fe. No lo creen así, lamentablemente,  los "sabios" (no precisamente los que tienen el don de la Sabiduría) y orgullosos contra los cuales él nos previene, los adeptos conscientes o semi-inconscientes -hoy en día- del igualitarismo modernista o progresista, afín al protestantismo, que se rebela contra el plan jerárquico y ordenado de Dios. 
Que la Ssma. Virgen abra su corazón y los ilumine, y a todos nos conceda esa gracia, en este mes de abril del Año de Gracia 2014, en que se acerca la fiesta del gran apóstol mariano del Antiguo Régimen, que previó con tanta clarividencia los días que corren, el tremendo choque entre los esclavos del demonio, adeptos de la Revolución gnóstica e igualitaria, y los esclavos de Jesús por María, como también el triunfo de esta Reina y soberana por él anunciado, confirmado  especialmente por las Profecías de Fátima y del Buen Suceso, entre otras reconocidas por la Santa Iglesia (ver en este mismo sitio).
(Nota: el espíritu de esta traducción es conservar todo lo posible los términos y el sentido como los da el santo autor, aunque haya frases y formulaciones que pueden ser escritas más castellanamente).
69. Hay dos maneras aquí abajo de pertenecer a otro y de depender de su autoridad, a saber: la simple servidumbre y la esclavitud; esto hace que nos llamemos un servidor o un esclavo.
Por la servidumbre común entre los cristianos, un hombre se compromete a servir a otro durante un determinado tiempo, por medio de cierto salario o de cierta retribución.
Por la esclavitud, un hombre depende enteramente de otro por toda su vida, y debe servir a su amo sin pretender ningún salario ni recompensa, como uno de sus animales, sobre el cual tiene derecho de vida y de muerte.
70. Hay tres clases de esclavitud: de naturaleza, de constreñimiento y de voluntad. Todas las criaturas son esclavas de Dios del primer modo: Domini est terra et plenitudo ejus (1); los demonios y los condenados, del segundo; los justos y los santos lo son del tercero.
La esclavitud de voluntad es la más perfecta, la que da más gloria a Dios, la que mira el corazón (2), y que pide el corazón (3), y que se llama el Dios del corazón (4), o de la voluntad amorosa, porque, por esta esclavitud se escoge, por encima de todas las cosas, a Dios y su servicio, aún cuando la naturaleza no obligue a ello. 
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1) Ps. XXIII, 1: “Al Señor pertenece la tierra con todo lo que contiene”.
2) I Reyes, XVI, 7.
3) Prop., XXIII, 26.
4) Ps. LXXII, 26.
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71. Hay una diferencia total entre un sirviente y un esclavo:
1º Un sirviente no le da a su amo todo lo que es, todo lo que posee y  todo lo que puede adquirir por sí mismo o por otro; pero el esclavo se da todo entero, (con) todo lo que posee y todo lo que puede adquirir, a su dueño, sin excepción alguna.
2º El sirviente exige salarios por los servicios que presta a su señor; pero el esclavo no puede exigir nada, cualquiera sea la frecuencia, industria o fuerza con que deba trabajar.
3º El sirviente puede dejar a su señor cuando quiera, o al menos cuando haya concluido el tiempo de su servicio, pero el esclavo no tiene el derecho de dejar a su amo cuando quiera.
4º El señor del sirviente no tiene sobre él derecho alguno de vida o de muerte, de manera que, si lo matara como a una de sus bestias de carga, cometería un homicidio injusto; pero el amo del esclavo tiene, por ley, derecho de vida y de muerte sobre él, de mantera que lo puede vender a quien quiera, o matarlo como, sin comparación, lo haría con su caballo (*).
5ª Finalmente, el sirviente no está al servicio de un señor más que por un tiempo, y el esclavo, por siempre.
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(*) Nota de los editores (síntesis de nuestra Redacción): Obviamente, San Luis María se refiere a las leyes de los países paganos de su tiempo en los que estaba en vigor la esclavitud (cf. “El Secreto de María”, del mismo santo autor). Haciendo abstracción de la moralidad del acto, quiere mostrar por un ejemplo la total dependencia de la que habla.
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72. Nada hay entre los hombres que nos haga pertenecer más a otro que la esclavitud; nada hay, tampoco, entre los cristianos, que nos haga pertenecer más absolutamente a Jesucristo y a su Santa Madre que la esclavitud voluntaria, según el ejemplo de Jesucristo mismo, que ha tomado la forma de esclavo por nuestro amor; Formam servi accipiens (1), y de la Santa Virgen, que se ha llamado la sierva y la esclava del Señor (2).
El Apóstol se llama por honor servus Christi (3). Los cristianos son llamados varias veces en la Escritura santa servi Christi; palabra ésta servus, según el comentario verdadero hecho por un gran hombre (4), que no significaba antes otra cosa que esclavo, ya que no había aún sirvientes como los actuales y los señores no eran servidos más que por esclavos o libertos.
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1) Philip., II,7.
2) S. Luc., I, 38.
3) Rom., I, 1; Gal., I, 10; Philip., I, 1; Tit. I, 1.
4) Sr. Henri-Marie Boudon, Archidiácono de Evreux (en su libro: La Santa esclavitud a la admirable Madre de Dios, cap. II).
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Es lo que el Catecismo del santo Concilio de Trento, para no dejar ninguna duda de que seamos esclavos de Jesucristo, expresa por un término inequívoco llamándonos mancipia Christi: esclavos de Jesucristo (1).
Expuesto lo anterior:
73. Digo que debemos ser de Jesucristo y servirlo, no sólo como sirvientes mercenarios sino como esclavos amorosos que, por efecto de un gran amor, se dan y se entregan a servirlo en calidad de esclavos, por el solo honor de pertenecerle.
Antes del bautismo éramos esclavos del diablo; el bautismo nos ha hecho esclavos de Jesucristo: hace falta que los cristianos sean o esclavos del diablo o esclavos de Jesucristo (1).
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1) Catechism. Roman., pars I, cap. III, De secundo Symboli articulo (in fine).
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74. Lo que digo absolutamente de Jesucristo, lo digo relativamente de la Santa Virgen. Jesucristo, habiéndola escogido por compañera indisoluble de su vida, de su muerte, de su gloria y de su poder en el cielo y en la tierra, le ha dado por gracia, con relación a su Majestad, todos los mismos derechos y privilegios que El posee por naturaleza: “Quidquid Deo convenit per naturam, Mariae convenit per gratiam… Todo lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María por gracia”, dicen los santos; de modo que, según ellos, no teniendo ambos sino la misma voluntad y el mismo poder, tienen ambos los mismos súbditos, servidores y esclavos.
75. Se puede, entonces, siguiendo el sentimiento de los santos y de varios grandes hombres, decirse y hacerse esclavo amoroso de la Santísima Virgen, a fin de ser por allí más perfectamente esclavo de Jesucristo.
La Santa Virgen es el medio del que Nuestro Señor se ha servido para venir a nosotros; es también el medio del que debemos servirnos para ir a El: pues Ella no es como las otras criaturas que, si nos adherimos a ellas, podrían más bien alejarnos de Dios que acercarnos a El. La inclinación más fuerte de María es, al contrario, unirnos a Jesucristo, su Hijo; y la inclinación más fuerte del Hijo es que se venga a El por su Santa Madre; y es hacerle honor y placer, como sería hacerle honor y placer a un rey si, para ser más perfectamente súbditos y esclavos suyos, nos hiciéramos esclavos de la reina.
Es por lo que los Santos Padres, y San Buenaventura, después de ellos, dicen que la Santa Virgen es el camino para ir a Nuestro Señor: Via veniendi ad Christum est appropinquare ad illam (1).
76. Además, si, como he dicho (2), la Santa Virgen es la Reina y soberana del cielo y de la tierra: Imperio Dei omnia subjiciuntur et Virgo, ecce imperio Virginis omnia subjiciuntur et Deus (3), dicen San Anselmo, San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura… ¿no tiene Ella tantos súbditos y esclavos como criaturas existen? ¿No es razonable que entre tantos esclavos por constreñimiento los haya de amor que, por una buena voluntad, elijan, en calidad de esclavos, a María, como su soberana?
¡Pues qué! ¿Los hombres y los demonios tendrán sus esclavos voluntarios y no los habría de tener María? ¡Pues qué! Un rey se verá honrado en que la reina, su compañera, posea esclavos sobre los cuales tenga derecho de vida y de muerte (4), porque el honor y el poder de uno es el honor y el poder del otro…; y se podría creer que Nuestro Señor que, como el mejor de todos los hijos, ha hecho parte de todo su poder a su santa Madre vea mal que ella tenga esclavos? ¿Acaso tiene menos respeto y amor por su Madre que Asuero por Esther, y que Salomón por Bersabé? ¿Quién osará decirlo y siquiera pensarlo?
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1) Salterio Mayor de San Buenaventura; Ps. CXVII.
2) Ver nº 38.
3) “Al poder de Dios todo está sometido, aún la Virgen; al poder de la Virgen todo está sometido, incluso Dios”.
4) ver la nota del nº 71, 4º.
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77. ¿Pero, adónde me conduce mi pluma? ¿Por qué me detengo aquí a probar una cosa tan evidente? Si no se quiere que se diga esclavos de la Santísima Virgen, ¡qué importa! Que se haga y se diga esclavos de Jesucristo! Es serlo de la Santa Virgen, pues Jesús es el fruto y la gloria de María. Es lo que se hace perfectamente por la devoción de la que hablaremos a seguir.

Traducción del original francés conservando en todo lo posible la forma de hablar del Santo

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