Cuando
en 1789 la creciente lo arrastraba todo, y los ‘imprevisores’ lloraban,
huían o morían, sólo chocó contra un obstáculo. Fue la Chouannerie,
flor caballeresca y santa, nacida del apostolado de San Luis María
Grignion de Montfort… (Plinio Corrêa de Oliveira)
Ilustraciones: San Luis María de Montfort y los grandes jefes de la Chouannerie: La Rochejacquelein, d’Elbée, Charette
Los valles y cerros de América parecen un marco adecuado para evocar la
prédica de San Luis María de Montfort en las aldeas, ciudades, bosques y
valles de la Francia del Antiguo Régimen, en el mes en que se celebra
su fiesta. Pues fue, esencialmente, un apóstol de poblaciones rurales
que se levantaron en defensa del Reino Cristianísimo, amenazadas por la Revolución gnóstica e igualitaria.
Su palabra no se limitaba a enseñar las verdades
de la Fe en términos genéricos sino que estaba adaptada
estratégicamente a combatir los males del momento con enseñanzas
oportunas. De ahí su repercusión y sorprendente actualidad…, pues los
errores que generaron la Revolución Francesa están en la médula de los
males actuales.
Ahora bien, su “aggiornamento” no tenía nada en común con la tendencia progresista
a buscar a toda costa un consenso relativista que caiga bien al
enemigo. Capaz del diálogo afable y atrayente, San Luis María no perdía
de vista el papel de los pecados y la influencia del espíritu de las
tinieblas en la inmensa lucha movida por la impiedad contra la Iglesia y la Civilización Cristiana. Su diagnóstico de los problemas nunca olvidaba esos elementos. Lejos de ciertos progresistas, no pensaba que polemizar con los enemigos del orden católico fuese siempre un error y un pecado contra la caridad.
La sociedad francesa estaba gravemente enferma.
Dos tipos de psicologías eran las predominantes: los laxos y los
rigoristas. Los laxos llevaban una vida de sensualidad y desenfreno que
conducía a la disolución, al
escepticismo y a la pérdida de la Fe; y los rigoristas estaban imbuidos
de un moralismo jansenista, calvinista y sombrío, contrario también a la
Fe, que conducía a la desesperación y a la rebelión.
Mundanismo y jansenismo eran dos polos
que ejercían una nefasta atracción, aún en los ambientes y personas
considerados mejores. Como suele pasar con los extremos del error, ambos
llevaban a un mismo resultado. Nada
más normal que la coligación de los errores extremos y contrarios
frente al apóstol que predicaba la doctrina católica auténtica, dice Plinio Corrêa de Oliveira (*), y así el odio de las dos corrientes cayó sobre el Apóstol de la Verdad. Al
mismo tiempo, sus sermones sacudían las almas y movían a la contrición y
al entusiasmo, y las personas liberadas de esa carga moral y espiritual
destruían objetos y libros infames y degradantes en memorables actos de
fe públicos.
Su obra de regeneración moral tenía un sentido fundamentalmente sobrenatural y piadoso.
Estaba centrada en Jesucristo crucificado, sus llagas sacratísimas, los
Dolores de María, y promovió la erección de un gran Calvario en
Pont-Château (en la zona de Morbihan, célebre por sus guerreros
contra-revolucionarios chouans), que sería el punto de convergencia del movimiento espiritual suscitado por él.
Pues en la Cruz veía nuestro Santo la fuente de una superior sabiduría,
que enseña al hombre a ver y amar en las cosas creadas manifestaciones y
símbolos de Dios; a poner la Fe por encima de la razón orgullosa; la Fe
y la lógica por sobre la rebelión de los sentidos; y
la moral sobre la voluntad desordenada. Asimismo, lo espiritual por
encima de lo material, lo eterno por sobre lo contingente y transitorio.
Su prédica, ajena a todo calvinismo, era suavizada por una tiernísima devoción a la Ssma. Virgen. Puede decirse que nadie Ilevó más alto que él la devoción
a la Madre de Misericordia. Nuestra Señora, Mediadora necesaria -por
elección divina- entre Jesucristo y los hombres, fue el objeto de su
continua admiración amorosa, el tema que suscitó sus meditaciones más
profundas y originales, inspiradamente geniales. En torno de la Mediación Universal de María -hoy verdad de Fe- construyó toda una mariología que es el mayor monumento de todos los siglos a la Virgen Madre de Dios.
En otro artículo veremos la persecución que se levantó contra él y cómo
se reveló su espíritu de profecía. Y la reacción surgida en la Vendée
al explotar la Revolución Francesa:
“Cuando
en 1789 la creciente lo arrastraba todo, y los ‘imprevisores’ lloraban,
transigían, huían o morían, sólo chocó contra un obstáculo. Fue la
Chouannerie, flor caballeresca y santa, nacida del apostolado de San
Luis María Grignion de Montfort. Son los premios de quienes saben
prever” (**).
Notas y fuentes bibliográficas
(*)
Plinio Corrêa de Oliveira, “Revolución y Contra-Revolución”, edición on
line, Introducción a la edición argentina. Tradición, Familia,
Propiedad, 1992.
(**) Plinio Corrêa de Oliveira, “El Reino de María, realización de un mundo mejor”, Catolicismo nº 55, julio de 1955).
Marie-Claire et François Gousseau, “St Louis-Marie”, Ed. M.A.M.E., Francia, 1963
Marcel Lidove, “Les Vendéens de 93”, Ed. Le temps qui court, Franca, 1971
Louis
Le Crom, Montfortain, “Un Apôtre marial”, Saint Louis-Marie Grignion de
Montfort (1673-1716), Calvaire Montfort, Pont-Château,
Loire-Inférieure, Francia, 1942
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