11. Después de esto, se debe decir con el Espíritu Santo: “Omnis gloria ejus filiae Regis ab intus[2]: - Toda la gloria de la hija del Rey está en el interior”. Como si toda la gloria exterior que el cielo y la tierra le rinden a gusto no fuese nada en comparación con la que en su interior recibe del Creador, la que es desconocida por las pequeñas creaturas, que no pueden penetrar el secreto de los secretos del Rey.
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[1] N. de la R.: Nunquam satis, nunca se queda uno satisfecho, siempre se desea más.
[2] Ps. XLIV, 14
Comentario
Santo Tomás de Aquino, en su Compendio de Teología, dice: vamos a ocuparnos de estas cosas en la medida en que nos sea posible... El gran Doctor Angélico, humilde, es decir reconociendo y amando la verdad, expresa que las cosas de Dios están muy por encima de nuestra capacidad de comprensión, si bien que la Fe es un obsequio razonable.
Es una posición de alma profundamente equilibrada, propia del espíritu medieval.
Es un obsequio: Dios nos lo da; es razonable: no choca con nuestra razón. Nos imaginamos a Santo Tomás arrodillado, realmente o en espíritu, admirando y contemplando los misterios divinos.
Así también San Luis María va cantando una especie de sinfonía mariana espectacular -en toda la fuerza del término-, las Grandezas de María, y enseñando que a las pequeñas criaturas nos es imposible penetrar , por nuestra propia cuenta, en el secreto de los secretos de Dios. Sin duda la devoción por él enseñada nos permite acercarnos y penetrar en toda la medida deseada por Dios para su gloria y nuestro bien.
Si miramos a un aspecto doloroso del presente: ¡Qué contraste con ciertas actitudes comunes en los ambientes progresistas de hoy! Todo está a nuestro alcance, no hay misterios. A Dios ahora no hay que mirarlo hacia arriba, dice un canto "progresista"; María es una mujer como tu mamá, como cualquier otra, dice un catecismo elaborado por sacerdotes seguidores de la Teología de la Liberación.
Es la negación a reconocer y amar la Grandeza infinita e increada de Dios y la Grandeza finita y creada de su Madre. No obstante, quienes así enseñan viven hablando de "los humildes" en contradicción con lo que enseña Santo Tomás... Comparando con el ejemplo de los santos, el contraste salta a la vista y evita que nos desorientemos.
Si queremos conocer a Nuestra Señora, pidamos la gracia de tener inocencia y verdadera humildad; reconozcamos con alegría que Ella -siendo una criatura humana, que no puede ni quiere compararse con Dios- tiene , por voluntad del propio Dios, una Grandeza que envuelve verdaderos misterios y secretos. Pues Dios exalta a los humildes y rechaza a los soberbios...
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