35. Cuando María ha echado sus raíces en un alma, produce allí maravillas de la gracia que sola Ella puede producir, pues sólo Ella es la Virgen fecunda que jamás tuvo ni tendrá semejante en pureza y en fecundidad. María produjo, con el Espíritu Santo, lo más grande que ha existido y existirá jamás, un Dios-Hombre, y producirá en consecuencia las mayores cosas que han de verse en los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes santos que aparecerán hacia el fin del mundo le está reservada; pues no hay sino esta Virgen singular y milagrosa que pueda producir, en unión del Espíritu Santo, lo singular y extraordinario.
36. Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, allá vuela y entra de lleno, se comunica a esa alma abundantemente, en la misma medida en que ésta da lugar a su Esposa. Y una de las grandes razones por las que el Espíritu Santo no hace ahora maravillas asombrosas en las almas es porque no encuentra una unión lo suficientemente grande con su fiel e indisoluble Esposa. Digo: “indisoluble Esposa”, pues luego de que este Amor substancial del Padre y del Hijo tomó por esposa a María para producir a Jesucristo, cabeza de los elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, pues Ella siempre ha sido fiel y fecunda.
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