28. María manda en los cielos sobre los ángeles y bienaventurados. Como recompensa de su humildad profunda, Dios le ha dado el poder y la misión de llenar de santos los tronos vacíos de los que cayeron, por orgullo, los ángeles apóstatas.
Tal es la voluntad del Altísimo, que exalta a los humildes (S.Luc., I, 52), que el Cielo, la tierra y los infiernos se inclinen, de buen o mal grado, a los mandatos de la humilde María, que El ha hecho la soberana del cielo y de la tierra, la generala de sus ejércitos, la tesorera de sus tesoros, la dispensadora de sus gracias, la obradora de sus grandes maravillas, la reparadora del género humano, la medianera de los hombres, la exterminadora de los enemigos de Dios y la fiel compañera de sus grandezas y triunfos.
cf. San Luis María Grignion de Montfort, Traité de la Vraie Dévotion à la Sainte Vierge, Cap. I: Necesidad de la Devoción a la Santa Virgen, Artículo I, 2º Principio: Dios quiere servirse de María en la santificáción de las almas, pp. 30-31; "Le Livre d'Or", Pères Montfortains, Louvain, Belgique, 1960.
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